lunes, 9 de septiembre de 2013

Ángeles revolucionarios.

El ángel caído. Ese ser que le plantó cara a los mandatos, a las órdenes y a las obligaciones que le impartía su señor. Aquél que se rebeló. Ese ser maldito por desobediencia y por no querer hacer las cosas como las exige el sistema. El ser al que admiro, ya que hoy en día, sobra mucha charlatanería y falta mucho valor para hacer las cosas como un ángel caído las haría.

Al ángel caído lo desterraron del paraíso, pero cayó en este mundo lleno de malas obras. ¿Por qué? Porque Dios, su superior, quería castigarlo duramente, y si lo mandaba al infierno, no sufriría tanto como aquí. Porque si nos paramos a diferenciar, la zona subterránea de la tierra es el paraíso comparado con la zona que está justo encima suya.

Al ángel caído nunca le temblaron las manos, porque estaba seguro de lo que quería, de lo que no deseaba hacer, y es que él no era una marioneta, por lo tanto, él tenía libertad de hacer las cosas como él las creía convenientes. Cosa que en la época actual es imposible. Tranquilos, nadie os va a desterrar de aquí, todos sois tan políticamente correctos que nadie va a necesitar echaros fuera. Nadie os va a sacar de aquí, ya que no molestáis. Pero si no molestáis, algo estáis haciendo mal. Salid ahí fuera y reclamad lo que es vuestro, lo que vuestros superiores, al igual que a los ángeles caídos su Dios, os quieren arrebatar: vuestra libertad. Eso que ya no queda, porque nadie lo busca o porque nadie lo quiere, o porque nadie tiene la suficiente valentía de reclamar.

Admiro a los ángeles caídos por eso, por ser la revolución, por rebelarse contra el máximo poder si es necesario. Los admiro porque tuvieron los cojones que faltan aquí.